1 de enero de 2025
Nuestros sistemas educativos están fracasando en dar respuesta a las necesidades de un mundo en rápida transformación. Diseñados para resolver problemas del pasado, perpetúan desigualdades, sofocan la creatividad y no preparan a los aprendices para enfrentar la complejidad e incertidumbre de hoy y mañana. Hace diez años, el Manifesto 15 llamó a tomar medidas audaces para reimaginar el aprendizaje en un mundo cambiante. Desde entonces, la retórica ha crecido, pero los avances han sido escasos. Las filosofías heredadas siguen sin responder a las demandas de nuestro presente y futuro.
Este documento presenta un mapa, a través de una serie de principios, para combatir la inercia y complacencia que han limitado el crecimiento de los aprendices. Buscamos desmantelar paradigmas obsoletos, desafiar estructuras de poder arraigadas y abordar los problemas sistémicos que perpetúan inequidades, limitan el potencial y sofocan la creatividad. Nuestro objetivo es inspirar la creación de ecosistemas dinámicos, inclusivos y centrados en los aprendices que permitan a todos prosperar como participantes plenos en un mundo interconectado.
La esperanza no es suficiente. La acción debe reemplazar la retórica. Esperar reformas y mantener conversaciones educadas no puede atender la urgencia de este momento. Este documento es un llamado a una rebelión positiva. Nos insta a colaborar para desmantelar paradigmas obsoletos, crear otros nuevos y co-diseñar un sistema educativo que sirva a todos los aprendices, libere el potencial humano y nos prepare no solo para sobrevivir, sino para prosperar en un mundo inimaginable. Esto comienza cuando nos unimos para empoderar a los aprendices en el centro del proceso.
Nuestro camino hacia adelante requiere valentía, creatividad y comunidad. Debemos reimaginar la educación como una fuerza dinámica que equipe a cada aprendiz para construir un mundo próspero, equitativo y sostenible.
Lo que hemos aprendido hasta ahora
- “El futuro ya está aquí—solo que no está distribuido de manera equitativa” (William Gibson, citado en Gladstone, 1998). El campo de la educación se queda atrás porque se enfoca en el pasado en lugar del futuro. Enseñamos la historia de la literatura pero ignoramos el futuro de la narración. Destacamos conceptos matemáticos tradicionales pero descuidamos la creación de nuevas matemáticas para moldear el mañana. Lo que se considera “revolucionario” en educación ya ha ocurrido de manera fragmentada y localizada. Para lograr un cambio significativo, debemos aprender de estos esfuerzos dispersos, compartir experiencias y asumir los riesgos necesarios para abrazar un enfoque prospectivo en nuestra práctica.
- Las escuelas 1.0 no pueden enseñar a niños 3.0, 4.0, 5.0… Las escuelas diseñadas para la era industrial no pueden satisfacer las necesidades de una era digital e interconectada. Necesitamos redefinir y construir una comprensión clara de para qué educamos, por qué lo hacemos y a quién sirven nuestros sistemas educativos. La educación obligatoria convencional se basa en un modelo del siglo XIX destinado a formar ciudadanos con el potencial para convertirse en operarios y burócratas obedientes. En una era posindustrial y digital, este ya no debe ser el objetivo final de la educación. Debemos apoyar a los aprendices para que se conviertan en innovadores, capaces de aprovechar su imaginación y creatividad para lograr nuevos resultados para la sociedad. Hacemos esto porque los desafíos de hoy no pueden resolverse con ideas antiguas. Y todos somos co-responsables de crear futuros con resultados positivos que beneficien a todas las personas del mundo.
- Los niños también son personas. Todos los estudiantes deben ser tratados y respetados como seres humanos con derechos y responsabilidades universales reconocidos. Esto significa que los estudiantes deben tener una participación activa en las decisiones relacionadas con su aprendizaje, incluyendo cómo se gestionan sus escuelas, cómo y cuándo aprenden, y todas las otras áreas de su vida cotidiana. Esta es inclusión en un sentido real. Los estudiantes de todas las edades deben tener la libertad de buscar oportunidades y enfoques educativos apropiados para ellos, siempre que sus decisiones no limiten las libertades de los demás para hacer lo mismo (adaptado de EUDEC, 2023).
- Las escuelas deben ser refugios de seguridad y respeto extraordinarios. La inteligencia socio-emocional y relacional debe estar en el centro—más allá de las calificaciones y los conceptos académicos estrictos — fomentando la empatía, la autoconciencia y la resolución constructiva de conflictos. La oportunidad de ser vulnerables en un espacio seguro, permite conexiones genuinas y auténticas con los demás y con uno mismo. De este modo, las escuelas establecen la base interpersonal que los estudiantes necesitan para navegar perspectivas diversas y prosperar en un mundo interconectado. Estas inteligencias no son opcionales; son el pilar fundamental del crecimiento personal y del progreso colectivo.
- El aprendizaje auténtico surge de la libertad, no de ser empujado hacia un camino predeterminado. El modelo tradicional jerárquico de maestro-alumno reprime la curiosidad y erosiona la motivación intrínseca, reduciendo el aprendizaje a ejercicios de cumplimiento. En su lugar, debemos adoptar enfoques colaborativos y horizontales que valoren el aprendizaje entre pares, la enseñanza compartida y la responsabilidad distribuida. Los educadores deben crear entornos donde los estudiantes puedan decidir cuándo y cómo dar sus saltos, sabiendo que el fracaso no es un punto final, sino un paso natural en el proceso de aprendizaje. Fallar es una parte esencial del aprendizaje, donde siempre podemos volver a intentarlo. En un entorno de aprendizaje horizontal, el rol del maestro es ayudar a garantizar que el aprendiz tome decisiones equilibradas. Fallar es parte del camino del aprendizaje, pero crear fracasos no lo es.
- Aprender juntos, enseñar juntos. La educación prospera cuando cada uno se convierte en maestro y aprendiz a la vez. Al romper con los compartimentos artificiales de edades, las escuelas pueden transformarse en centros vibrantes donde niños, padres, personas mayores y miembros de la comunidad intercambian habilidades, ideas y creatividad, creando ecosistemas abiertos de conocimiento e intercambios. Los estudiantes mayores mentorean a sus compañeros más jóvenes mientras adquieren nuevas perspectivas, y los padres y líderes comunitarios aportan conocimientos del mundo real, enriquecidos por la curiosidad de los niños. Este proceso dinámico y recíproco celebra la sabiduría intergeneracional, fortalece los lazos sociales y empodera a todos para construir un futuro significativo.
- El aprendizaje ocurre en ecosistemas, no en cajas. Los horarios rígidos y las aulas aisladas reducen la educación a un proceso transaccional, ignorando su naturaleza continua e interconectada. La escolarización formal debería ser solo un hilo dentro de un tejido más amplio de experiencias que incluya la familia, la comunidad, los lugares de trabajo y las redes digitales. Al combinar estos contextos, eliminamos las fronteras entre el aprendizaje formal e informal, permitiendo que el conocimiento y las habilidades circulen libremente. En tales entornos, los estudiantes aprenden a adaptarse a diversos roles, trabajar entre generaciones y adoptar perspectivas de fuentes inesperadas. Liberada de las limitaciones de las cajas, la educación alimenta la curiosidad y la autoconfianza, preparando a los aprendices para prosperar en un mundo en constante evolución.
- El nirvana se encuentra en la fusión de la autonomía con la autoeficacia. Cuando los aprendices y educadores logran tanto la autonomía (la libertad para trazar su propio camino) como la autoeficacia (la confianza en su capacidad de tener éxito), la educación trasciende los objetivos tradicionales y alcanza su propósito final: empoderar a las personas para llevar vidas plenas y significativas. Las escuelas deben cultivar activamente este equilibrio al combinar un aprendizaje guiado por la elección con oportunidades consistentes para que los estudiantes desarrollen y demuestren su competencia. Esta fusión no solo prepara a los estudiantes para el futuro, sino que también los inspira a imaginarlo y crearlo.
- Los educadores son creadores, colaboradores e innovadores— no engranajes en una máquina. Reducirlos a simples implementadores de métodos heredados debilita tanto a los aprendices como al futuro de la educación. Para responder a las demandas de un mundo dinámico e interconectado, es fundamental valorar a los educadores como individuos con necesidades, aspiraciones y un potencial creativo únicos. Transformar la educación implica empoderar a los educadores como co-creadores, proporcionándoles confianza, herramientas y recursos para impulsar la innovación. Reconocer a los educadores como profesionales y socios fomenta entornos de aprendizaje donde tanto maestros como estudiantes prosperan, inspirando curiosidad, adaptabilidad y resiliencia.
- No valoremos lo que medimos; midamos lo que valoramos. Las evaluaciones deben empoderar a los aprendices, no infundir miedo. La obsesión por las evaluaciones con altas consecuencias fomenta la ansiedad y reduce la educación a una simple memorización, relegando el pensamiento crítico y la resolución de problemas. El culto a las pruebas de alto impacto se ha convertido en un criterio erróneo de éxito, propagando una cultura perjudicial de comparación y ansiedad por bajo rendimiento en todo el mundo. Esta fijación socava la innovación genuina, descartando ideas prometedoras por preocupaciones sobre cómo medirlas. Peor aún, las escuelas producen líderes incapaces de interpretar datos de manera crítica. Debemos eliminar las pruebas obligatorias de alto impacto y redirigir los recursos hacia iniciativas que promuevan el aprendizaje auténtico y el crecimiento significativo y multidimensional.
- El mal uso de la tecnología es un síntoma, no el problema. La tecnología no es una solución por sí sola, pero, cuando se utiliza de manera consciente, puede desbloquear nuevas formas de aprender y crear. Debemos ir más allá de las prácticas antiguas y aprovechar verdaderamente la tecnología como una herramienta de transformación, en lugar de obsesionarnos con las últimas innovaciones mientras descuidamos su potencial para generar cambios. Cambiar pizarras de tiza por pizarras digitales o libros por tablets mientras se mantienen los métodos de enseñanza tradicionales es como construir una planta nuclear para mover un carro tirado por caballos: ineficaz y un desperdicio. Sin embargo, nada ha cambiado; seguimos invirtiendo enormes recursos en estas herramientas y desaprovechamos las oportunidades para explotar su potencial para transformar lo que aprendemos y cómo lo hacemos. Al recrear prácticas del pasado con tecnologías, las escuelas se concentran más en gestionar hardware y software que en desarrollar las capacidades del mindware de los estudiantes y el uso intencional de estas herramientas.
- El aprendizaje ocurre, le prestemos atención, o no. La mayor parte del aprendizaje es "invisible": sucede fuera de la instrucción formal a través de experiencias informales y fortuitas. Surge de la curiosidad, la experimentación y vivencias no planificadas, más parecido a respirar que a un esfuerzo deliberado. En lugar de forzar que el aprendizaje invisible se haga visible, deberíamos enfocarnos en crear entornos que confíen en su flujo orgánico y lo nutran. Esto implica fomentar lugares de trabajo, escuelas y comunidades que valoren la exploración, ofrezcan oportunidades para buscar conocimiento y respeten que no todo aprendizaje necesita ser medido o reportado. Al permitir que el aprendizaje permanezca invisible, preservamos su autenticidad y permitimos que las personas crezcan de formas significativas para ellas. La confianza, no la vigilancia, es el verdadero motor de la innovación y el crecimiento.
- El conocimiento se construye a partir del significado, no de la gestión. Cuando hablamos de conocimiento e innovación, con frecuencia confundimos o mezclamos estos conceptos con datos e información. Demasiadas veces nos engañamos pensando que brindamos “conocimiento” a los aprendices cuando en realidad solo evaluamos su capacidad de recordar información de manera mecánica. Para ser claros: los datos son fragmentos dispersos que combinamos para formar información. El conocimiento consiste en tomar esa información y darle un significado a nivel personal. Innovamos cuando actuamos sobre lo que sabemos para crear un nuevo valor. Comprender esta diferencia revela uno de los mayores problemas en la gestión escolar y la enseñanza: aunque somos buenos gestionando información, simplemente no podemos gestionar el conocimiento en las mentes de los estudiantes sin degradarlo nuevamente a información.
- La estandarización mata la creatividad y la innovación. La educación de talla única convierte a los aprendices en productos uniformes, midiendo el éxito a través de evaluaciones limitadas. Al fragmentar el conocimiento en materias aisladas, ignora la complejidad de los desafíos del mundo real y frena la experimentación y el pensamiento audaz. Para fomentar una innovación genuina, debemos abandonar la uniformidad rígida y adoptar enfoques adaptativos centrados en el aprendiz, que enfaticen la indagación abierta y la colaboración interdisciplinaria. Solo cuando los estudiantes pueden explorar sus intereses, intercambiar perspectivas diversas y participar en la resolución auténtica de problemas, florece la verdadera creatividad.
- El conocimiento crece donde los límites de las redes se intersectan. La pedagogía emergente de este siglo no está cuidadosamente planificada: evoluciona de manera fluida. El aprendizaje se desarrolla a medida que atravesamos y expandimos redes, conectando conocimientos individuales para crear nuevas comprensiones. Al compartir experiencias, generamos un conocimiento social que enriquece la perspectiva colectiva. La educación debe priorizar la formación de individuos con las herramientas, competencias y alfabetizaciones necesarias, como la fluidez digital, la conciencia cultural y la navegación de redes, para prosperar en estos sistemas interconectados. A través de este proceso, los aprendices contextualizan sus talentos y conocimientos únicos, capacitándose para enfrentar nuevos desafíos con creatividad y confianza.
- Los títulos son obsoletos por diseño. Muchos programas de grado estáticos, diseñados para campos fijos con objetivos claros, quedan desactualizados o son irrelevantes antes de que los estudiantes terminen su primer año. Los diplomas tradicionales no logran mantenerse al ritmo del cambio acelerado y, con frecuencia, no reflejan la profundidad de las habilidades y logros del mundo real. Es necesario un cambio concertado hacia un nuevo sistema descentralizado que valore la creatividad, la resolución de problemas y el impacto real por encima del tiempo pasado en un aula. Los aprendices necesitan sistemas de reconocimiento dinámicos que se adapten a ellos, recompensando el crecimiento y las contribuciones que reflejan las demandas siempre cambiantes del mundo.
- Cualquier sistema educativo que tolere la inequidad es cómplice de la injusticia. Los sistemas diseñados para perpetuar la desigualdad fallan a todos. Las escuelas deben ir más allá de los reconocimientos simbólicos de la diversidad para desmantelar las barreras sistémicas. Los curriculum deben amplificar las voces marginadas y garantizar que cada aprendiz sea genuinamente visto, escuchado y valorado. La equidad y la inclusión no son complementos opcionales: son la base de un sistema educativo justo y sostenible.
- Los actos de ciudadanía global transforman la experiencia personal en impacto planetario. Arraigados en contextos locales y en un compromiso significativo con comunidades diversas, conectan las perspectivas individuales con los desafíos globales. La educación debe preparar a los aprendices para abordar estos desafíos mediante la empatía intercultural, la responsabilidad ética y la resolución colaborativa de problemas. Esto requiere alfabetizaciones centradas en el planeta: marcos que vinculen las acciones locales con soluciones globales, respetando los derechos individuales y colectivos. Al alinear la agencia (capacidad de acción) personal con herramientas compartidas, la educación empodera a los aprendices para actuar a nivel local y global, moldeando futuros sostenibles y equitativos.
- El futuro pertenece a los nerds, geeks, creadores, soñadores y knowmads. Aunque no todos serán ni deberían ser emprendedores, quienes no desarrollen habilidades emprendedoras estarán en una gran desventaja. Nuestros sistemas educativos deberían enfocarse en el desarrollo de entreprenerds: individuos que aprovechan su conocimiento especializado para soñar, crear, construir, explorar, aprender y promover iniciativas emprendedoras, culturales o sociales, asumiendo riesgos y disfrutando tanto del proceso como del resultado final, sin temer a los posibles fracasos o errores que el camino pueda incluir.
- La realidad no es opcional. Ignorar nuestra realidad compartida es un colapso hacia el caos. El posmodernismo transformado en un arma, donde los hechos se distorsionan y la responsabilidad se evade, amenaza los cimientos de la educación y de la sociedad misma. Las realidades compartidas no son opcionales; sin ellas, el pensamiento crítico falla, la confianza se desvanece y la colaboración se vuelve imposible. La educación debe enfrentar las distorsiones de manera directa, basándose en la evidencia empírica mientras libera nuestra imaginación para resolver nuevos desafíos. Para construir un futuro sostenible, los aprendices deben estar preparados para cuestionar las distorsiones, rechazar la evasión de responsabilidades y navegar la complejidad con valentía intelectual.
- Una educación que ignora el planeta es una educación sin futuro. Con la catástrofe climática acechando, cualquier currículum que descuide la responsabilidad ambiental es tanto deficiente como irresponsable. La educación debe moldear activamente el futuro de los estudiantes y el mundo que los rodea. Los aprendices no deberían estudiar el medio ambiente de manera pasiva; deben ser empoderados como co-creadores de soluciones y guardianes activos del planeta. Al dotar a los estudiantes de habilidades orientadas al futuro y autonomía para abordar grandes desafíos, e integrar alfabetizaciones centradas en el planeta dentro de un proceso de aprendizaje dinámico y flexible, fomentamos la innovación y una conexión personal con la sustentabilidad que inspira un impacto duradero.
- Podemos y debemos construir culturas de confianza en nuestras escuelas y comunidades. Mientras nuestros sistemas educativos sigan basándose en el miedo, la ansiedad y la desconfianza, los desafíos mencionados persistirán. Si los educadores han de construir una capacidad colectiva para transformar la educación, necesitamos comunidades comprometidas y también debemos involucrarnos activamente con las comunidades a las que servimos. Esto requiere una nueva teoría de acción, centrada en la confianza, donde estudiantes, escuelas, gobiernos, empresas, padres y comunidades puedan participar en iniciativas colaborativas para co-crear nuevos futuros educativos.
- Rompe las reglas, pero entiende claramente el porqué primero. Nuestros sistemas escolares están construidos sobre culturas de obediencia, cumplimiento impuesto y complacencia. La creatividad de los estudiantes, el personal y nuestras instituciones está inherentemente sofocada. Es más fácil que nos digan qué pensar a pensar por nosotros mismos. Hacer preguntas abiertamente y construir una conciencia metacognitiva sobre lo que hemos creado y lo que queremos hacer al respecto es la mejor manera de curar este malestar institucionalizado. Solo entonces podremos diseñar rupturas justificadas del sistema que desafíen el statu quo y tengan el potencial de generar un impacto real.
- El activismo es un espacio donde el desaprendizaje prospera. Ya sea mediante la desobediencia civil no violenta, protestas en las calles, demostraciones artísticas o resistencia performativa, el activismo desafía el statu quo y reconstruye desde sus cimientos. Enseña resiliencia, autonomía y el valor para enfrentar sistemas rotos, incluida la educación misma. Los educadores deben adoptar el activismo como una herramienta fundamental de aprendizaje, transformando a los aprendices pasivos en participantes activos en la construcción del mundo.
- Cuestiona todo. Empieza con este manifiesto. La aceptación ciega fomenta la complacencia. Como co-aprendices, debemos crear espacios seguros para evaluar críticamente todas las ideas, incluidas las que se presentan aquí. Al contribuir a una cultura de pensamiento crítico y diálogo abierto, se promueve el desarrollo de la autoconciencia y se capacita a las personas para contribuir a una evolución continua de cómo enseñamos y aprendemos.
Los desafíos en la educación persisten porque amenazan el poder arraigado y alteran el statu quo. Durante siglos, las verdades que desafían los privilegios—ya sea el heliocentrismo, la validez de la biología evolutiva o la realidad del cambio climático provocado por el ser humano—han enfrentado resistencia. De manera similar, la educación, limitada por prioridades anticuadas, no necesita más conciencia, sino el valor de desmantelar barreras, rechazar la complacencia y construir sistemas que sirvan a cada aprendiz y comunidad.
Nadie puede lograr esto solo. Un movimiento por los futuros del aprendizaje requiere una coalición de educadores, aprendices, familias, responsables de políticas y comunidades. Al unir nuestras fortalezas únicas, podemos desmantelar sistemas obsoletos, rediseñar planes de estudio y crear entornos donde prosperen la equidad, la creatividad y la curiosidad. Cada acción cuenta, ya sea reimaginando cómo enseñamos, fomentando culturas de confianza en las escuelas o abogando por cambios de políticas que coloquen el aprendizaje como un derecho de por vida.
Juntos, podemos crear un sistema educativo que empodere a cada aprendiz para prosperar en un mundo impredecible. Es hora de actuar con valentía, colectivamente y con propósito.
El futuro está aquí. Lo que hagamos hoy influye.
Firmantes iniciales
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Apoyos organizacionales
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